Trump vs Harris: ¿Cómo impactará el resultado de las elecciones presidenciales de 2024 a las relaciones entre EE.UU. y China?
Las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024 marcarán el rumbo de las relaciones con China durante los próximos cuatro años, con profundas implicaciones para el comercio mundial, la diplomacia y el intercambio empresarial. Aunque Donald Trump y Kamala Harris comparten visiones similares sobre su compromiso con China, importantes diferencias entre sus políticas podrían llevar las relaciones bilaterales y el comercio mundial por trayectorias muy diferentes. Analizamos el impacto de las elecciones estadounidenses en las relaciones con China en caso de que gane Trump o Harris y examinamos las posibles implicaciones para las empresas en China.
ACTUALIZACIÓN: El 21 de julio de 2024, el actual presidente Joe Biden abandonó la carrera por las elecciones presidenciales de 2024, abriendo un espacio para un nuevo candidato del Partido Demócrata. Poco después, apoyó oficialmente a su vicepresidenta, Kamala Harris, como candidata del Partido Demócrata. El 22 de agosto de 2024, durante la Convención Nacional Demócrata (DNC), Harris fue nombrada oficialmente candidata presidencial por el Partido Demócrata.
Dado que Harris ha sido vicepresidenta bajo la Administración Biden, su política exterior será similar a la del presidente Biden, incluidas las posiciones políticas hacia China. Esto significa que la trayectoria de las relaciones entre China y EE.UU. bajo una posible presidencia de Harris no será drásticamente diferente de la de un segundo mandato de Biden. No obstante, su posible acceso al más alto cargo abrirá nuevos interrogantes y posibilidades para la relación.
China Briefing continuará siguiendo de cerca los acontecimientos de las elecciones presidenciales estadounidenses y analizando su posible impacto en las relaciones con China.
Los votantes estadounidenses acudirán a las urnas el 5 de noviembre de 2024 para elegir a su próximo presidente, enfrentándose a una elección trascendental que podría marcar el rumbo de la nación durante los próximos cuatro años.
En este momento crucial, tenemos una visión única de la trayectoria potencial de las relaciones entre Estados Unidos y China en 2025, ya que ambos candidatos han formado parte de administraciones anteriores, lo que proporciona un modelo para el tipo de políticas y tácticas que adoptarían. En términos generales, los dos candidatos tienen visiones similares respecto a sus políticas en China. Tanto Trump como Harris comparten una postura decidida a la hora de abordar los desequilibrios comerciales y las preocupaciones en materia de seguridad nacional, lo que subraya el consenso bipartidista sobre la adopción de un enfoque de línea dura en la relación con China.
No obstante, desde las políticas comerciales hasta las estrategias tecnológicas, las agendas de campaña de Trump y Harris ofrecen caminos ligeramente divergentes, cada uno con profundas implicaciones para el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y China.
En este artículo, analizamos las diferencias y similitudes clave entre las agendas de Trump y Harris sobre China para discutir las posibles implicaciones de un segundo mandato para cualquiera de los dos candidatos, así como el impacto que el resultado podría tener en los intereses empresariales y comerciales.
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Políticas comerciales
El comercio es sin duda la cuestión más crítica en la agenda política de Estados Unidos respecto a China, y las posturas contrarias a este país cuentan con apoyo bipartidista. Ambos bandos políticos coinciden en la importancia de reducir el déficit comercial con China y disminuir la dependencia de las importaciones chinas. Este consenso ha llevado a la implementación de barreras comerciales tanto durante la administración Trump como durante la de Biden.
El presidente Trump inició una guerra comercial con China en 2018, imponiendo aranceles de hasta el 25% a una serie de productos chinos en virtud de la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974. El presidente Biden no solo ha mantenido estos aranceles, sino que también ha aumentado o introducido nuevos derechos sobre bienes de importancia estratégica.
A pesar de su postura compartida sobre la necesidad de reducir el comercio con China, las agendas de Trump y Harris difieren en su estrategia para lograr los objetivos bipartidistas.
La agenda comercial de Trump con China
La agenda de Trump adopta un enfoque considerablemente más amplio y general de las barreras comerciales en comparación con la estrategia más específica empleada por la administración Biden. El objetivo central de su estrategia comercial es devolver a Estados Unidos los puestos de trabajo en el sector manufacturero que se han perdido a manos de competidores extranjeros, especialmente China.
En su material de campaña para 2024, Trump ha propuesto aranceles básicos universales sobre la mayoría de los productos extranjeros importados, así como un mecanismo para aumentar gradualmente los aranceles a los países que se haya considerado que devalúan su moneda o incurren en otras prácticas comerciales desleales.
Aunque esta política no se dirige explícitamente a China, los impuestos básicos universales supondrían un duro golpe para los exportadores chinos -sobre todo los que venden bienes de consumo-, ya que Estados Unidos es un importante mercado de exportación para China. También aumentaría considerablemente los costes para los consumidores y las empresas estadounidenses. Mientras tanto, la administración Trump ha etiquetado a China como manipulador de divisaslo que significa que es probable que se convierta en el objetivo del mecanismo de contra-manipulación de divisas propuesto.
Trump también ha prometido “acabar con la dependencia de China” adoptando una serie de barreras comerciales, de las cuales la más extrema es revocar el estatus de nación más favorecida (NMF) de China. Esta propuesta ha recibido el apoyo de organismos bipartidistas como el Comité Selecto de la Cámara de Representantes de Estados Unidos sobre el Partido Comunista Chino (PCCh).
Eliminar el estatus NMF de China -denominado Relaciones Comerciales Normales Permanentes (RPNP) en EE.UU.- permitiría a EE.UU. someterla a todo tipo de aranceles comerciales discriminatorios y unilaterales. Esto podría incluir los aranceles generales del 60 por ciento o más sugeridos por Trump sobre los productos chinos. También provocaría un grave deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y China, y sin duda sería objeto de litigios, ya que tanto Estados Unidos como China son miembros de la OMC.
Todavía no está claro si Trump va en serio en sus intenciones de dar un paso tan audaz, o si se trata simplemente de retórica electoral. Una medida así podría perjudicar significativamente a la economía estadounidense y a la posición del país en el comercio y la diplomacia mundiales, y resultaría extremadamente impopular entre los grupos empresariales. La decisión también estaría sujeta a una votación en el Congreso, por lo que podría requerir un apoyo bipartidista, que actualmente no es evidente.
Además de sus reflexiones para eliminar el estatus NMF de China, Trump se ha comprometido a adoptar un plan de cuatro años para “eliminar gradualmente todas las importaciones chinas de bienes esenciales”, incluyendo “todo, desde la electrónica al acero y los productos farmacéuticos”. Ha prometido introducir normas que impidan a las empresas estadounidenses invertir en China y viceversa, “permitiendo sólo aquellas inversiones que sirvan a los intereses estadounidenses”. También ha pedido que se prohíban los contratos federales a cualquier empresa que subcontrate a China.
Por último, una piedra angular de la agenda de campaña de Trump es la introducción de la Ley Trump de Comercio Recíproco para “detener el flujo de empleos estadounidenses al extranjero”. Esta ley otorgaría al presidente estadounidense la autoridad para imponer aranceles recíprocos a los productos de un país si éste impone aranceles a los productos fabricados en Estados Unidos superiores a los que impone Estados Unidos. Aunque esta Ley no menciona explícitamente a China, Trump es claro sobre los países a los que va dirigida en uno de sus discursos: “Si India, China o cualquier otro país nos golpea con un arancel del 100 o 200 por ciento sobre productos fabricados en Estados Unidos, les golpearemos con el mismo arancel exacto.”
La política comercial de EE.UU. con Biden y Harris
Aunque la administración Biden se ha mostrado tan decidida a frenar el comercio con China como su predecesora, el enfoque del actual presidente ha sido más selectivo.
A diferencia de Trump, Biden no ha propuesto ningún arancel general sobre los productos chinos, ni se ha pronunciado aún a favor (o en contra) de la propuesta de revocar el estatus NMF de China.
Por otra parte, como hemos visto, Biden no ha rehuido las tácticas de línea dura. La diferencia fundamental es que Biden ha tratado de centrarse en determinados sectores estratégicos, como las energías renovables, los materiales críticos, los semiconductores y los productos sanitarios, entre otros.
En mayo de 2024, la administración Biden elevó los aranceles sobre 14 categorías de importaciones procedentes de China. Entre ellas, cuadruplicó los aranceles sobre los vehículos eléctricos (VE) fabricados en China hasta el 100% y duplicó los aranceles sobre bienes como los semiconductores y las células solares hasta el 50%.
Estas categorías de productos se han elegido específicamente porque sirven para reforzar la “agenda de inversión en América” de Biden, que pretende estimular el crecimiento de industrias estratégicas en EE.UU., como los vehículos eléctricos, las energías renovables y los semiconductores. Los aranceles adicionales a las importaciones chinas son la segunda parte de la agenda “Invertir en América”: por un lado, proporcionar subsidios e incentivos para el crecimiento de estas industrias y, por otro, protegerlas impidiendo importaciones más baratas.
Aunque Harris aún no ha dado a conocer una plataforma política específica para su campaña, las declaraciones realizadas en apariciones públicas sugieren que mantiene en gran medida las mismas posturas que la administración Biden sobre el comercio con China. En una entrevista en el programa Face of the Nation, de CBS News, afirmó que la política de EE.UU. hacia China “no consiste en desvincularse, sino en eliminar riesgos”, lo que indica su apoyo a una menor dependencia de China. También afirmó que Estados Unidos debía asegurarse de “proteger los intereses estadounidenses”, haciéndose eco de las posiciones del programa de Biden “Invertir en Estados Unidos”.
La principal promesa electoral de Biden para 2025 antes de dimitir fue “Acabar el trabajo”. Esto sugería que, en un segundo mandato, se habrían realizado más esfuerzos para atacar a las industrias chinas que se consideraba que socavaban los esfuerzos de fabricación nacional de EE. UU. y las preocupaciones de seguridad nacional (en el caso de los materiales críticos). Es muy probable que Harris se base en esta plataforma política, que podría adoptar la forma de prorrogar los aranceles de la era Trump, eliminar las exenciones arancelarias o permitir que expiren, y aumentar aún más los aranceles en sectores más estratégicos.
La administración Biden también prometió tomar medidas contra los países e importadores que traten de eludir las normas y evitar los aranceles, algo que Trump también ha pedido. Biden también dijo que trabajaría con México para impedir que China y otros países eludan los aranceles importando productos a través de México. Queda por ver si Harris seguirá con el mismo planteamiento.
Tecnología, investigación y seguridad nacional
El desarrollo científico y tecnológico se ha convertido en otro campo de batalla clave en las relaciones entre Estados Unidos y China bajo las administraciones Trump y Biden. En el centro del conflicto se encuentra la afirmación de Estados Unidos de que China ha obtenido una ventaja injusta sobre sus competidores mediante prácticas como la transferencia forzosa de tecnología y el espionaje empresarial, una opinión que se mantiene firmemente a ambos lados del pasillo político.
El desarrollo tecnológico y científico de China se considera una cuestión de seguridad nacional, con la ansiedad que rodea a la dependencia de EE.UU. de las importaciones chinas para tecnologías críticas, así como el desarrollo militar de China. Tanto el Gobierno de Trump como el de Biden impusieron medidas para protegerse de este supuesto comportamiento y, en términos más generales, frenar el desarrollo tecnológico y militar de China.
Trump y Biden han adoptado estrategias diferentes para esta política. Trump, más centrado en el ámbito nacional, puso en marcha iniciativas para frenar la colaboración con científicos y académicos chinos dentro de Estados Unidos y limitar las inversiones de empresas y particulares chinos en terrenos e infraestructuras estadounidenses.
Mientras tanto, Biden ha adoptado un enfoque más exterior para frenar el avance tecnológico de China, imponiendo restricciones a la exportación de tecnologías clave y presionando a los aliados para que hagan lo mismo. Como en el caso de la política comercial, es probable que Harris adopte muchas de las estrategias de la administración Biden.
Tecnología y política de seguridad nacional bajo Trump
En 2018, Trump lanzó la Iniciativa China como parte de su estrategia de seguridad nacional. Se trataba de una polémica medida de contraespionaje dirigida a académicos e investigadores chinos que trabajan en Estados Unidos. La Iniciativa China permitía al Departamento de Justicia (DOJ) estadounidense investigar y perseguir a “captadores no tradicionales”, como investigadores chinos en laboratorios, universidades y bases de defensa que “están siendo cooptados para transferir tecnología contraria a los intereses de Estados Unidos”.
Esta iniciativa se ha convertido en una cuestión claramente partidista. En 2022, el Departamento de Justicia, bajo el mandato de Biden, abandonó la Iniciativa China tras las críticas de grupos de defensa de los derechos civiles, que la acusaban de elaborar perfiles raciales y discriminar a los estadounidenses de origen asiático y de “alimentar una narrativa de intolerancia y parcialidad”.
Desde entonces, los republicanos de la Cámara de Representantes han intentado reinstaurar la Iniciativa China incluyéndola en un proyecto de ley de gastos de la Cámara. Sin embargo, posteriormente fue eliminada del proyecto gracias a los esfuerzos de los legisladores demócratas.
Trump ha arremetido contra la decisión del Departamento de Justicia de cerrar el programa. Si gana las elecciones, ha declarado que “los esfuerzos [para reducir la capacidad de China de llevar a cabo espionaje en EE.UU.] se ampliarán de una manera muy, muy grande”, y que el FBI y el DOJ “perseguirán a los espías chinos”. Esto sugiere que puede hacer nuevos esfuerzos para reintroducir la Iniciativa China o introducir una política nueva pero similar.
Además de sus propuestas de política contra el espionaje, Trump ha prometido promulgar nuevas normativas “agresivas” para limitar la propiedad china en infraestructuras vitales, como energía, tecnología, suministros médicos y telecomunicaciones, y presionar a las empresas chinas para que vendan participaciones que “amenacen la seguridad nacional y económica del país”.
Durante su mandato, Trump añadió más de 300 empresas chinas a la “Lista de Entidades”, una lista negra que hace casi imposible que las empresas estadounidenses les vendan. Entre ellas figuran las grandes tecnológicas chinas ZTE, SMIC y Huawei.
También ha declarado que impondrá sanciones en materia de visados y restricciones de viaje “para cerrar el acceso de China a los secretos estadounidenses”. En mayo de 2020, Trump suspendió los visados para estudiantes chinos de posgrado vinculados a universidades afiliadas al Ejército Popular de Liberación. Biden ha mantenido la suspensión, y hasta 2023 se seguían denegando visados a los estudiantes.
Tecnología y política de seguridad nacional bajo Biden
Podría decirse que la administración Biden ha ido más lejos que Trump en sus esfuerzos por frenar las capacidades tecnológicas de China. Una de las medidas más audaces adoptadas contra China durante su mandato fue la decisión en octubre de 2022 de aplicar amplias restricciones a la exportación a China de semiconductores informáticos avanzados, equipos de fabricación de semiconductores y artículos de supercomputación.
Las restricciones a la exportación pretenden frenar la capacidad de China para “obtener equipos de fabricación de semiconductores esenciales para producir circuitos integrados avanzados necesarios para la próxima generación de sistemas avanzados de armamento, así como semiconductores informáticos avanzados de gama alta necesarios para permitir el desarrollo y la producción de tecnologías como la inteligencia artificial utilizada en aplicaciones militares”.
Además de restringir las exportaciones de tecnología a China, Estados Unidos, bajo el mandato de Biden, también ha presionado a sus aliados para que hagan lo mismo. En enero de 2023, Japón y los Países Bajos anunciaron sus propios controles a la exportación de equipos semiconductores a China, tras llegar a un acuerdo con Estados Unidos.
La decisión de su administración en mayo de 2024 de aumentar los aranceles sobre los productos chinos también se basó en parte en la idea de que “animaría a China a eliminar sus prácticas comerciales desleales en materia de transferencia de tecnología, propiedad intelectual e innovación”.
Mientras tanto, Biden ha supervisado la inclusión de más empresas chinas en la Lista de Entidades que su predecesor, habiendo añadido un total de 319 entidades hasta mayo de 2024. Los motivos para incluir a estas entidades en la lista negra suelen ser su presunta implicación en tecnología militar y el suministro de material a Rusia.
Aunque ni Harris ni su campaña han proporcionado aún información sobre una posible estrategia de seguridad nacional, todos los indicadores sugieren que una administración de Harris seguiría en gran medida los pasos de Biden. En un debate de las primarias de 2019, Harris alegó que China roba la propiedad intelectual de Estados Unidos y vierte “productos de calidad inferior en nuestra economía”. Esto sugiere una afinidad con las políticas proteccionistas de Biden en materia de exportación y transferencia de tecnología.
Geopolítica y relaciones diplomáticas
Una victoria de Trump o de Harris influiría significativamente en las relaciones entre Estados Unidos y China, cada uno por razones diplomáticas distintas.
Bajo la administración Biden, las relaciones entre Estados Unidos y China han sido una mezcla de confrontación y acciones unilaterales similares a las del mandato de Trump. Biden ha mantenido una postura dura en las disputas comerciales y territoriales, empleando aranceles y continuando la actividad militar en el Mar de China Meridional. Sin embargo, también ha realizado esfuerzos diplomáticos para estabilizar las relaciones, entablando conversaciones de alto nivel con China y estableciendo nuevos canales de comunicación. Un posible segundo mandato de Trump probablemente supondría la continuación de su retórica de confrontación y de sus acciones unilaterales contra China. El primer mandato de Trump estuvo marcado por políticas comerciales agresivas y críticas a China. Sin embargo, sus tendencias aislacionistas podrían reducir la presencia global de Estados Unidos, favoreciendo potencialmente a China al debilitar las alianzas globales de Estados Unidos.
A pesar de sus diferencias, ambos líderes se han mostrado dispuestos a entablar un diálogo diplomático con China, aunque con distintos grados de volatilidad y flexibilidad.
Diplomacia bajo la presidencia de Harris
Bajo la presidencia de Harris, las relaciones entre Estados Unidos y China están abocadas a afrontar continuos desafíos, influidas por complejos factores geopolíticos e internos. Las relaciones experimentaron tensiones significativas durante el mandato de Biden debido a cuestiones como el apoyo de China a Rusia durante el conflicto Rusia-Ucrania y el creciente compromiso de EE.UU. con Taiwán. Un punto álgido se produjo el 2 de agosto de 2022, cuando la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, visitó Taiwán, lo que provocó una feroz respuesta por parte de China, que incluyó maniobras militares y la suspensión de varios diálogos bilaterales.
Las relaciones se deterioraron aún más cuando Estados Unidos impuso controles a la exportación de tecnología en octubre de 2022, y tras el descubrimiento de un supuesto “globo espía” chino en el espacio aéreo estadounidense en febrero de 2023. Este último incidente provocó el aplazamiento de la visita prevista a China del secretario de Estado Antony Blinken.
A pesar de estos contratiempos, en 2023 se reanudaron los esfuerzos para estabilizar las relaciones. Los compromisos diplomáticos de alto nivel incluyeron la reunión del ministro de Asuntos Exteriores chino, Qin Gang, con el embajador estadounidense en China, Nicholas Burns, en mayo, en la que se hizo hincapié en la necesidad de evitar un mayor deterioro. A ello siguieron importantes diálogos bilaterales, como una reunión de dos días entre el alto diplomático chino Wang Yi y el asesor de Seguridad Nacional estadounidense Jake Sullivan en Viena, y la visita de Blinken a Pekín en junio de 2023.
El encuentro entre Biden y el presidente Xi Jinping en San Francisco el 15 de noviembre de 2023, en la Cumbre de la APEC, marcó un paso crucial en el restablecimiento de la relación bilateral. Ambos líderes subrayaron la importancia de gestionar las interacciones de sus países, y Xi calificó la relación entre EE.UU. y China como “la relación bilateral más importante del mundo.”
Harris se ha mostrado partidaria de seguir cooperando con China durante su mandato como Vicepresidenta. Mantuvo un “breve intercambio” con Xi Jinping al margen de la Cumbre de la APEC 2022 en Bangkok, en el que afirmó que ambas partes “deberían cooperar en asuntos globales y mantener abiertos los canales de comunicación”. En la entrevista de 2023 con CBS News, que tuvo lugar antes de la reunión Xi-Biden en San Francisco, Harris afirmó que mantener abiertas las líneas de comunicación entre ambas partes era importante para la estabilidad.
No obstante, las relaciones entre Estados Unidos y China siguen siendo tensas. La administración Biden ha seguido presionando mediante aranceles comerciales y la cooperación militar con sus aliados en el Mar de China Meridional.
En la entrevista con CBS News, Harris declaró que ambas partes tienen “desacuerdos muy serios” en relación con el mar de China Meridional. Como vicepresidenta, ha desempeñado un papel activo en los esfuerzos de EE.UU. por estrechar lazos con sus aliados en Asia-Pacífico, asistiendo a la Cumbre EE.UU.-ASEAN en septiembre de 2023 y reuniéndose con el presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos Jr. Durante esta reunión, Harris reafirmó el compromiso de EE.UU. de “defender los derechos soberanos y la jurisdicción de Filipinas en el Mar de China Meridional”, una postura que entra en conflicto directo con los intereses de China en la región.
Mientras tanto, la postura asertiva de Biden respecto a Taiwán siguió aumentando las fricciones. En mayo de 2022, el Departamento de Estado actualizó su hoja informativa sobre Taiwán, omitiendo el lenguaje que reconocía la postura china de “una sola China” y el no apoyo a la independencia de Taiwán, aunque seguía adhiriéndose a la política de una sola China. Durante una conferencia de prensa celebrada en Tokio en mayo de 2022, Biden se mostró dispuesto a defender militarmente a Taiwán, un comentario que fue aclarado posteriormente pero que, no obstante, provocó duras reacciones por parte de China.
En abril de 2024, Biden firmó un proyecto de ley que incluía 8.000 millones de dólares en ayuda militar a Taiwán y a algunos países de Asia-Pacífico. Además, en una reciente entrevista en la revista Time, reiteró que Estados Unidos no descartaría el uso de la fuerza militar para defender a Taiwán, lo que indica que mantiene una postura firme sobre la cuestión. Harris también ha expresado su apoyo a la continuidad de la ayuda militar estadounidense a Taiwán, al tiempo que ha abogado por mantener el statu quo. En un discurso pronunciado en 2022, declaró que Estados Unidos se opone a “cualquier cambio unilateral del statu quo” y que “seguirá apoyando la autodefensa de Taiwán, en consonancia con nuestra política de larga data”.
Diplomacia bajo un segundo mandato de Trump
Bajo un posible segundo mandato de Trump, las relaciones entre Estados Unidos y China podrían seguir un camino polémico e impredecible, moldeado por la agresiva retórica de Trump y sus cambiantes estrategias diplomáticas.
La administración de Trump adoptó anteriormente una postura dura frente a China en varios frentes. Además de la guerra comercial de su administración con China, Trump adoptó una postura firme frente a las reivindicaciones territoriales chinas en el mar de China Meridional, desafiando la posición de Pekín y aumentando la presencia naval estadounidense en la región.
A lo largo de su primer mandato, Trump criticó constantemente a China, especialmente durante la pandemia de COVID-19, a la que a menudo se refirió como el “virus chino”. Esta retórica exacerbó las tensiones y contribuyó a una relación de mayor confrontación entre ambos países.
Por otro lado, es posible que Trump adopte un enfoque más aislacionista en su segundo mandato, impulsado por la presión desde dentro del Partido Republicano para reducir los compromisos de EE.UU. en el exterior. Por ejemplo, Trump ha sido un fuerte crítico de la OTAN y ha amenazado con retirarse del tratado, lo que debilitaría significativamente el posicionamiento global de Occidente. También se ha opuesto al paquete de ayuda exterior y anteriormente se ha negado a decir si defendería militarmente a Taiwán, al tiempo que ha expresado su escepticismo sobre el dominio de Taiwán en la fabricación de chips y ha afirmado que “nos han quitado el negocio”.
Esto podría llevar a un repliegue de la comunidad internacional, reduciendo potencialmente la ayuda militar exterior y el apoyo diplomático a aliados de todo el mundo, incluido Taiwán. La estrategia menos intervencionista de Trump podría inclinar la balanza de poder a favor de China en regiones estratégicas como Asia-Pacífico.
Además, a pesar del comportamiento volátil de Trump, ha demostrado su voluntad de entablar un diálogo diplomático con China y hacer concesiones. Por ejemplo, en junio de 2019, Trump relajó la prohibición de las exportaciones estadounidenses a Huawei. Aunque Trump ha elogiado personalmente al presidente Xi, sus políticas hacia China siguen siendo fluidas y podrían cambiar en función de las negociaciones diplomáticas y las presiones internas.
La opinión de China sobre las elecciones de 2024
China se encuentra en una posición precaria en relación con el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses. Independientemente de si Harris o Trump obtienen un segundo mandato, China prevé enfrentarse a desafíos debido al sentimiento bipartidista antichino que prevalece en Estados Unidos. Ambos candidatos se verán presionados para continuar con sus políticas de línea dura hacia China, manteniendo un enfoque de confrontación en diversos ámbitos.
Para contrarrestar las acciones unilaterales de EE.UU., China ha reforzado su conjunto de medidas, incluidos los contraaranceles y el control de las exportaciones. En abril de 2024, China aprobó una nueva Ley Arancelaria, que formaliza las normas para imponer medidas antidumping y contraarancelarias a las importaciones. Además, la Ley contra las Sanciones Extranjeras, aprobada en junio de 2021, faculta a China para responder a las sanciones extranjeras con sus propias contrasanciones, que afectan a personas y empresas que operan en el país objetivo.
China ya ha demostrado su disposición a imponer contramedidas a Estados Unidos. Recientemente ha iniciado investigaciones antidumping sobre las importaciones de productos químicos procedentes de EE.UU., la UE, Japón y Taiwán, ha restringido las exportaciones de tecnologías de gama alta y ha impuesto restricciones a la exportación de metales clave para la producción de chips. En general, estas medidas se consideran represalias a las medidas estadounidenses.
La intención de estas acciones es clara: China pretende salvaguardar sus intereses nacionales y contrarrestar cualquier intento de Estados Unidos de ejercer presión mediante medidas unilaterales. Mediante la diversificación de sus herramientas y la aplicación de respuestas selectivas, China pretende mitigar el impacto de las políticas estadounidenses en su economía y mantener su posición en la escena mundial. Sin embargo, la escalada de las tensiones comerciales y la competencia tecnológica entre ambos países subraya la fragilidad de la relación entre Estados Unidos y China y la posibilidad de un mayor deterioro, independientemente del resultado de las elecciones.
Impacto empresarial y consideraciones políticas
El impacto potencial del resultado de las elecciones estadounidenses en las empresas va desde mayores interrupciones en la cadena de suministro y volatilidad del mercado hasta climas de inversión y entornos normativos más precarios.
Bajo cualquiera de las dos administraciones, las relaciones entre Estados Unidos y China seguirán siendo tensas. Ambas partes comparten el deseo de abordar el déficit comercial y reducir la dependencia de China, lo que sugiere que los riesgos son relativamente similares independientemente del resultado de las elecciones. Sin embargo, el enfoque de Trump puede conllevar un mayor nivel de imprevisibilidad, y sus políticas comerciales más amplias podrían desencadenar otra guerra comercial. No obstante, sigue siendo incierto si realmente pondrá en práctica estos planes en caso de ganar.
Al mismo tiempo, la colaboración académica y de investigación podría enfrentarse a retos cada vez mayores en cualquiera de los dos escenarios, lo que repercutiría en la innovación y el intercambio de conocimientos. Nuevas restricciones a la inversión en China por parte de EE.UU. podrían complicar las operaciones comerciales de las empresas estadounidenses, dificultando potencialmente la actividad empresarial en China.
Las interrupciones de la cadena de suministro y la volatilidad del mercado son preocupaciones adicionales para las empresas, especialmente a la luz de los aranceles comerciales y las posibles contramedidas de China. Cualquier escalada del conflicto militar en la región Asia-Pacífico podría exacerbar estas perturbaciones, provocando importantes trastornos e inestabilidad en los mercados.
El clima general de inversión y el entorno normativo también podrían verse afectados, con la posibilidad de que las empresas estadounidenses se vean atrapadas en una tormenta diplomática entre ambos países. Sin embargo, cabe señalar que China se ha abstenido de atacar específicamente a las empresas estadounidenses hasta ahora, y se ha esforzado por aumentar la inversión extranjera y mejorar el entorno empresarial para las empresas extranjeras en general.
Un reciente informe de la Encuesta sobre el Clima Empresarial de AmCham indica que las relaciones entre Estados Unidos y China son una de las principales preocupaciones de las empresas estadounidenses, especialmente las de los sectores tecnológico y de I+D. A pesar de ello, la encuesta, realizada en 2023, indicaba un cauto optimismo entre algunos de los encuestados, con aproximadamente un 30 por ciento que anticipaba mejoras en las relaciones bilaterales en 2024. Esto refleja un ligero cambio en el sentimiento en comparación con años anteriores, lo que sugiere que los esfuerzos de la administración Biden por entablar relaciones con China pueden haber mejorado las perspectivas entre los inversores.
Cabe señalar que la encuesta se realizó antes de las subidas arancelarias de Biden, un hecho que podría hacer que las empresas se mostraran más pesimistas sobre las posturas de Biden respecto a China. Mientras tanto, los miembros de AmCham también expresaron el deseo de que el Gobierno estadounidense modere su retórica y entable diálogos efectivos y de alto nivel. Una victoria de Trump parece ir en contra de este deseo, dada su afición a la retórica acalorada.
Las empresas estadounidenses deben tratar de diversificar más sus cadenas de suministro e incluir nuevas tensiones comerciales en sus planes de negocio para mitigar el riesgo de interrupciones. También será importante evaluar la exposición al riesgo en ambos mercados, teniendo en cuenta factores como los aranceles y los controles a la exportación.
Preparándose ante cualquier resultado
Las próximas elecciones presidenciales estadounidenses tienen importantes implicaciones para las políticas comerciales, la competencia tecnológica y la dinámica geopolítica entre las dos potencias mundiales. Independientemente del resultado electoral, el consenso bipartidista sobre China sugiere que los riesgos se mantienen relativamente constantes.
En este contexto, las partes interesadas deben mantenerse vigilantes y proactivas a la hora de prepararse para posibles perturbaciones. Diversificar las cadenas de suministro, evaluar la exposición al riesgo en ambos mercados y mantenerse informados sobre la evolución de las políticas son estrategias esenciales para mitigar las posibles repercusiones en las operaciones empresariales.
Además, el análisis y la adaptación continuos son imprescindibles para navegar por el dinámico entorno geopolítico. Los matices de las relaciones entre Estados Unidos y China exigen una supervisión y un ajuste continuos de las estrategias empresariales para adaptarse a las políticas cambiantes y a la dinámica del mercado. Esta capacidad de adaptación será crucial para que las empresas aprovechen las oportunidades, mitiguen los riesgos y mantengan la resistencia en medio de tensiones geopolíticas cambiantes.
Este artículo se publicó por primera vez el 10 de junio de 2024 y se actualizó por última vez el 23 de agosto de 2024 para reflejar las últimas actualizaciones.
Dezan Shira & Associates
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